SANTO DOMINGO.- El reciente informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo revela que el país ha caído dos posiciones en el Índice de Desarrollo Humano, exponiendo el aumento de inequidades profundas en aspectos esenciales para nuestro progreso colectivo. Esto significa que los beneficios del crecimiento económico, no están llegando a la mayoría de las familias dominicanas, pues cuando el indicador se ajusta por desigualdad, nuestro nivel de desarrollo real disminuye hasta un alarmante 18.3%.
Esta brecha está teniendo un impacto devastador en la calidad y expectativa de vida de nuestro pueblo. Cuando una familia debe decidir entre medicamentos o alimentos porque la inflación ha disparado los precios básicos de la canasta familiar, el resultado es inevitable: un deterioro de la salud pública. La nutrición adecuada base fundamental de una población saludable se ha convertido en un privilegio en lugar de derecho, erosionando directamente la esperanza de vida de los dominicanos y dominicanas, especialmente de nuestros más vulnerables: madres gestantes, niños y adultos mayores.
Detrás de estas estadísticas hay historias reales que nos duelen como nación: Francina Muñoz, una joven madre de apenas 24 años y su bebé, quienes fallecieron durante el parto que debió ser rutinario en Fantino; Roberto Aquino en Monte Plata, cuya hija con 9 meses de gestación perdió la vida por déficit de atención médica; o Eugenia Bonilla, quien tras una cesárea programada, nunca regresó a abrazar a sus seres queridos. Estas tragedias evitables son el rostro humano de un sistema que ha abandonado su compromiso fundamental con el bienestar ciudadano.
Este deterioro no es casualidad. Es el resultado de priorizar la imagen sobre el bienestar real de nuestra gente. Mientras se cortan cintas e inauguran obras sin impacto social, los indicadores fundamentales del bienestar humano continúan deteriorándose.
La ausencia de un plan integral y la creciente crisis del costo de vida están afectando a nuestras familias de maneras concretas:
- Incremento desproporcionado en costos médicos: Según datos del Banco Central, entre diciembre 2020 y abril 2025, las consultas médicas han aumentado significativamente: pediatras 46%, ginecólogos 43% y cardiólogos 33%. Los servicios hospitalarios subieron 18% y los análisis de laboratorio 23%. Los medicamentos esenciales también han experimentado alzas importantes: tratamientos para la hipertensión 19%, antiinflamatorios 26%, insulina 20% y medicamentos para tiroides 25%. Estos aumentos han puesto la atención médica fuera del alcance de miles de familias dominicanas.
- Desabastecimiento y discontinuidad en tratamientos: Para quienes viven con enfermedades crónicas, la situación es desesperante. Las Farmacias del Pueblo frecuentemente están desabastecidas mientras los tratamientos esenciales han sufrido incrementos del 30% en promedio, obligando a muchos pacientes a interrumpir terapias vitales.
- Retroceso en los indicadores de salud materna: La tasa de mortalidad materna se mantiene en 124 por cada 100,000 nacidos vivos en 2024, muy por encima de la tasa de 94 reportada en 2019. Estas cifras son propias de países menos desarrollados. Cada número representa una madre dominicana que salió de su hogar para dar a luz y nunca regresó.
- Un sistema sanitario sin inversión adecuada: El presupuesto en salud ha caído a un 1.7% del PIB. Esto se traduce en hospitales donde la climatización adecuada ha sido sustituida por abanicos y en equipamiento médico deteriorado sin mantenimiento. Esta realidad la conoce cualquier familia que ha visitado recientemente un hospital público.
- Disparidad territorial en el acceso a la salud: Las familias de zonas rurales o de escasos recursos enfrentan barreras casi infranqueables para acceder a atención médica de calidad, profundizando las desigualdades existentes.
Como partido comprometido con el bienestar de las familias dominicanas, solicitamos al gobierno trabajar con una visión clara enfocada en reducir las desigualdades existentes, implementar un plan preventivo de salud y garantizar que cada dominicano con una enfermedad crónica reciba diagnóstico temprano y tratamiento oportuno.
Frente a estos desafíos, proponemos ocho acciones concretas:
- Transformación integral del sistema de salud: Priorizar la atención primaria con iniciativas comunitarias en todo el país, fortaleciendo la educación sanitaria y la promoción de hábitos saludables.
- Plan Nacional para la Salud Materna: Retomar el sistema de seguimiento para cada embarazo y garantizar atención prenatal universal de calidad, con énfasis en zonas vulnerables.
- Estrategia para enfermedades crónicas: Asegurar disponibilidad de medicamentos esenciales, combinando prevención, diagnóstico temprano y seguimiento continuo para evitar interrupciones en tratamientos vitales.
- Hospitales autosuficientes: Recuperar el modelo eficiente de gestión hospitalaria implementado en nuestros gobiernos, mejorando administración de recursos y calidad de servicios.
- Ampliación de la cobertura básica: Expandir la protección para incluir tratamientos y procedimientos no cubiertos que representan gastos considerables para las familias, especialmente aquellos con incrementos desproporcionados.
- Inversión prioritaria en salud: Incrementar progresivamente el presupuesto sanitario desde el actual 1.7% del PIB hasta alcanzar estándares internacionales.
- Plan específico para adultos mayores: Desarrollar una cobertura integral para nuestros envejecientes, revisando urgentemente la ley de seguridad social.
- Reabastecimiento de las Farmacias del Pueblo: Recuperar este programa para garantizar medicamentos de calidad a precios justos, solucionando el desabastecimiento actual.
La República Dominicana puede y debe aspirar a más. Nuestras familias merecen un sistema de salud digno y un modelo de desarrollo verdaderamente inclusivo. No pedimos imposibles, sino acciones probadas que funcionaron en el pasado. Estamos listos para aportar soluciones y trabajar por el bienestar de todos los dominicanos y dominicanas.