Redacción Internacional.- Qué pasará en los días posteriores al fallecimiento de la Reina Isabel II? La respuesta tiene título de nana de cuna británica: la operación «London Bridge», un protocolo conjunto entre el Gobierno de Reino Unido, y Buckingham Palace.
La operación ‘London Bridge is down‘ (el Puente de Londres ha caído) se iniciaría en el momento en el que se confirmase la defunción de la monarca.
Cuatro palabras con las que el secretario privado de la reina comunicaría la noticia a través de una línea de teléfono reservada a la primera ministra, Liz Truss, y con las que se desataría una respuesta inmediata. Antes de que la noticia fuese comunicada a la población y empezase a correr por las redes, el Centro de Respuesta Global del Ministerio de Exteriores británico informaría a los gobernadores generales de las 15 naciones que comparten con el Reino Unido a la monarca como soberana, además de a los gobiernos de los otros 36 países que conforman la Commonwealth.
El Gobierno británico decretaría nueve días de luto oficial en el Reino Unido. Durante los ocho primeros, se celebrarían las procesiones ante el féretro (se prevén incluso datos como que más medio millón de personas podrían llegar presentar sus respetos). Y en el noveno, el Big Ben haría sonar su campana con un tono más solemne de lo habitual a las 9.00. Dos horas después, daría comienzo el funeral en la Abadía de Westminster, que sería retransmitido mundialmente. Una vez finalizado el acto religioso, el cadáver de la reina sería trasladado hasta Windsor, donde quedaría enterrado en la cripta real del castillo.
Antes, la notificación sería enviada a la Press Association, la agencia de noticias más antigua de la nación, por otro canal restringido. Los programas harían una pausa poniendo unas cortinillas de un cisne, bailarines o una producción artística y, ya unidos todos los canales de televisión pública a la señal de la BBC 1, darían la noticia en conjunto, con un mecanismo de comunicación previamente ensayado una y mil veces. Las cadenas privadas no tendrían esa obligación.
El funeral de Estado de Isabel II se empezó a diseñar hace casi 20 años. El duque de Norfolk, Edward William Fitzalan-Howard, dirige una comisión de nobles que revisa y actualiza periódicamente los planes de la operación . Aunque la reina no formaba parte del mismo, estaba al tanto de todos los planes para despedirla con los máximos honores.