Redacción Internacional.- Pablo Milanés, cantautor cubano, clásico de la Nueva Trova y figura carismática de la cultura de la Revolución Cubana ha muerto en Madrid a los 79 años para convertirse desde ya en una leyenda del siglo XX, un personaje romántico asociado a la melodía de su canción más famosa. Yolanda, por supuesto, fue una historia real que sintetiza todos los idealismos de una época: él, Pablo, era un músico nato, un cantante carente de formación, grande y tosco a la vez que delicado, un buen chico de la nueva Cuba que guardaba en secreto algunas imágenes que eran como presagios del desastre que esperaba a la isla. Ella, Yolanda, era la nieta rubia de emigrantes franceses, sofisticada profesional del cine, segura de sí misma, aparentemente candorosa pero resuelta ante la realidad.
Yolanda y Pablo fueron pareja durante seis años y dejaron su estampa en forma de trova.
Esa, más o menos sería la manera de explica emocionalmente la figura del cantautor cubano, nacido en Bayamo en 1945. Un acercamiento más científico consistiría en explicar que Milanés cayó en el momento justo, en el lugar apropiado. La llegada de Fidel Castro en La Habana lo pilló en la adolescencia. En los siguientes años, la nueva Cuba se construyó una fachada cultural que tenía que ser enraizada en la cultura popular a la vez que seductora ante el mundo. En eso consistía la nueva trova, el movimiento del que Milanés fue protagonista desde su primer disco, de 1965: en tomar la canción cubana y darle el aire contemporáneo de la canción de autor, del jazz latino y de optimismo socialista que era propio del momento. Silvio Rodríguez fue su colega más destacado, el amigo que compartía cada composición con él.
¿Fueron Milanés y Silvio cooptados por el Gobierno de Castro? ¿Fueron propulsados por la oficialidad o fue aquel proceso espontáneo? El cantautor fallecido este martes no era ingenuo. Había hecho el servicio militar en un campamento de castigo contra homosexuales y excéntricos y sabía el potencial oscuro de la nueva Cuba. Pero la espuma de los días era irresistible. "Yo soy revolucionario, ellos no", dijo Milanés, al cabo de los años, para explicar su relación de tensión permanente con el castrismo.
Milanés había sido hospitalizado el 12 de noviembre en Madrid por "los efectos de una serie de infecciones recurrentes que en los últimos tres meses han venido afectando a su estado de salud", según un comunicado de entonces de su oficina artística. A partir de ese momento suspendió varias actuaciones que tenía previstas en Pamplona (España), Ciudad de México y Santo Domingo.