INTERNACIONAL.- La moda, la situación socioeconómica adversa y la escasez de recursos en los barrios, sumados a la falta de educadores de calle y de programas de intervención, figuran entre las razones principales por las cuales jóvenes, especialmente de origen latino, se integran a bandas delictivas en España.
Katia Núñez, antropóloga dominicana, investigadora y experta en bandas juveniles, señala que estos jóvenes buscan pertenencia y protección en un grupo de iguales, lo que les ofrece una falsa sensación de “familia”.
Núñez, autora de la tesis doctoral “Generación, género y violencia en grupos juveniles: El caso de los DDP y los Trinitarios. Una etnografía transnacional en barrios de Madrid, Cataluña, Nueva York y Santo Domingo”, compartió estas reflexiones a partir de su experiencia como directora del proyecto de Intervención Integral con Jóvenes para la Prevención de la Violencia, de la Fundación Dominicana para Prevenir la Violencia Juvenil (FUNDO).
En una entrevista, explicó que la composición de estas bandas está experimentando cambios significativos, ahora incluyendo no solo a hijos de inmigrantes dominicanos y latinoamericanos, sino también a jóvenes españoles.
“Actualmente, vemos a chicos muy jóvenes, hijos de familias españolas autóctonas que no son inmigrantes, pero también a muchachos españoles nacidos aquí de familias inmigrantes. Aunque siempre ha habido hijos españoles en estas bandas, ahora están más presentes y estamos observando una nueva generación”, sostuvo.
La nueva generación de miembros de bandas, de acuerdo con la experta, proviene de una diversidad de países, incluidos Ecuador, Perú, Bolivia, Marruecos y República Dominicana.
El IV Observatorio de Bandas Latinas en la Comunidad de Madrid, publicado en enero de este año, estima que hay unos 2,500 miembros de bandas solo en esta región. El informe señala que, aunque las bandas más conocidas han sido los Latin Kings y los Ñetas, actualmente dominan los Dominican Don’t Play (DDP) y los Trinitarios, ambas de origen dominicano, con una presencia creciente de grupos minoritarios de otras bandas como los Bloods y los Forty Two.
Núñez destacó que estos jóvenes se distribuyen en tres grupos de edad claramente diferenciados: el primer grupo comprende niños entre los 12 y 13 años, quienes aún no son parte activa de las bandas, pero muestran un interés inicial y “coquetean” con la idea de unirse, atraídos por la popularidad que estas pueden conferir. El segundo grupo incluye a aquellos a partir de los 14 años, quienes ya están oficialmente integrados y comienzan a desarrollar una carrera delictiva dentro de la estructura de la banda. Finalmente, el tercer grupo está formado por jóvenes de hasta 24 años, quienes a menudo comienzan a percibir la necesidad de abandonar estas agrupaciones, ya sea por cumplir condenas o por el deseo de cambiar su trayectoria de vida.
Núñez argumentó que, a pesar de las inversiones en actividades recreativas y de ocio en barrios de Madrid, persiste una problemática más profunda que involucra dinámicas familiares complicadas, desempleo, largas jornadas laborales de los padres y violencia doméstica.
La experta destacó la importancia de abordar estos problemas en conjunto con las familias y los jóvenes para prevenir su ingreso en las bandas, señalando que muchos de ellos buscan en estas el sentido de pertenencia y protección que les falta en sus hogares. Aunque también admite que la búsqueda de popularidad o liderazgo puede atraer a algunos jóvenes hacia las bandas, sugiere canalizar estos intereses hacia actividades recreativas y de ocio más seguras y constructivas.
“El hogar debe ser un refugio seguro para los jóvenes, de manera que no sientan la necesidad de buscar seguridad en otro lugar. A veces, aunque el hogar sea seguro, la necesidad de relacionarse con pares de su edad es lo que más les atrae. Es crucial ofrecer alternativas de ocio saludables, donde puedan socializar sin estar expuestos a la violencia”, afirmó.