La Procuraduría General de la República (la Fiscalía de Brasil) denunció formalmente al presidente brasileño Michel Temer ante el Tribunal Supremo Federal por un supuesto delito de corrupción pasiva. Es la primera vez en la historia del país en que un presidente en activo es denunciado por corrupción. A medio plazo la denuncia podría apartarle del cargo.
Temer está acusado de haber recibido dinero a cambio de maniobrar en el Gobierno para beneficiar a la empresa JBS (la mayor productora de carne del mundo). Junto a Temer el fiscal general Rodrigo Janot también denunció al que fuera la mano derecha del presidente, su asesor y diputado Rodrigo Rocha Loures.
Este "hombre de máxima confianza" -así lo definió Temer-era el presunto intermediario entre el presidente y los dueños de JBS. La policía brasileña le pilló in fraganti corriendo por la calle con una maleta llena de 500.000 reales (unos 134.000 euros). Según los investigadores ese dinero hubiera ido directo a los bolsillos del presidente.
Además de una condena por corrupción la Fiscalía pidió que los dos acusados pierdan sus cargos en la función pública -la presidencia en el caso de Temer-y una indemnización por "daños morales colectivos" de diez millones de reales para Temer y de dos millones de reales para Rocha Loures. En la denuncia Janot lamenta que los dos actuaran con "absoluto desprecio y falta de respeto" a sus funciones de presidente y de diputado.
Esta denuncia podría desembocar en la caída de Temer, pero el camino es largo y complejo. Para que el Tribunal Supremo Federal pueda abrir un proceso contra el presidente se necesita el visto bueno de la Cámara de Diputados por una amplia mayoría (dos tercios).
Es aquí donde el presidente tendrá que esforzarse en convencer -una vez más-a sus aliados de que no le abandonen y voten en contra de que sea investigado. Si no logra seducirles y finalmente la Cámara autoriza que continúe el proceso Temer será apartado de la presidencia temporalmente durante seis meses, pero podría volver si el juicio y la eventual condena no se producen dentro de ese periodo de tiempo.
Una crisis que nunca acaba
El presidente brasileño vive haciendo equilibrios desde el pasado mes de mayo, cuando se divulgó la grabación secreta que le puso contra las cuerdas. Uno de los dueños de JBS, Joesley Batista le grabó a escondidas en una conversación en la que Temer escuchaba sin inmutarse una retahíla de irregularidades que los empresarios estaban llevando a cabo para poner obstáculos a las investigaciones de la Operación Lava Jato. Desde comprar jueces y fiscales a repartir sobornos.
Una de esas acciones era la entrega semanal de dinero al ex presidente de la Cámara de Diputados Eduardo Cunha, preso por corrupción. El objetivo era comprar su silencio, dado que es una de las piezas clave de la trama corrupta. Por lo que se desprende del audio Temer dio su visto bueno a la entrega de sobornos, según un informe de la policía.
En ese momento los brasileños pensaban que la caída de Temer era cuestión de horas, pero contra todo pronóstico Temer no sólo no dimitió sino que con el paso de las semanas consiguió convencer a sus aliados de que siguieran apoyándole, en nombre de la estabilidad del país.
Poco después recibió una buena noticia: el aval del Tribunal Superior Electoral, que le absolvió en otro proceso diferente, de la acusación de supuesta financiación ilegal de la campaña electoral que libró en 2014 junto su entonces aliada Dilma Rousseff.
Consciente de que ya ha ganado algunas batallas y de que derribarle no será tan fácil como piensan sus adversarios este lunes avisó desafiante: "Nada nos destruirá, ni a mí ni a mis ministros" (un tercio de su gabinete también está acusado de corrupción). Lo decía pocas horas antes de ser denunciado. El presidente defiende que debe seguir al frente del Gobierno para seguir impulsando reformas que garanticen la recuperación económica del país.
Un presidente impopular
Pase lo que pase con Temer (Partido del Movimiento Democrático de Brasil) parece que los brasileños ya le han dado la espalda: tan solo el 7% de la población aprueba a su Gobierno, según una encuesta divulgada el pasado fin de semana por el instituto de opinión Datafolha. Es el peor índice desde 1989, cuando el entonces presidente José Sarney se enfrentaba a una profunda crisis de hiperinflación. Para este viernes está convocada la segunda huelga general en menos de tres meses.
Pese a todo puede que su impopularidad no haya llegado a tocar fondo. Está previsto que la Fiscalía presente próximamente contra Temer otras dos denuncias; una por obstrucción a la Justicia (por dar luz verde a los sobornos a Cunha) y otra por pertenencia a organización criminal. En el palacio presidencial ésta era la peor de las hipótesis, porque una denuncia dividida en tres aumenta el tiempo de exposición y desgaste.
La crisis política brasileña está enconada y la hipótesis de que Temer llegue a trancas y barrancas al final de su mandato no parece ya tan descabellada. Para muchos analistas políticos para ver un desenlace definitivo habrá que esperar a las elecciones previstas para octubre de 2018. El ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva (Partido de los Trabajadores) aparece como ganador en todos los escenarios posibles, a pesar de que también acumula diversas acusaciones de corrupción.