INGLATERRA.- El Palacio de Buckingham anunció este viernes con profundo pesar la muerte de Katharine, duquesa de Kent, una de las figuras más veteranas y discretas de la familia real británica.
A través de un comunicado, la Casa Real informó que la esposa del actual duque de Kent, primo cercano de la fallecida reina Isabel II, murió pacíficamente en el Palacio de Kensington, rodeada de su familia.
«El rey y la reina y todos los miembros de la familia real se unen al duque de Kent, sus hijos y nietos en el luto por su pérdida. Recordamos con cariño la devoción de la duquesa a lo largo de toda su vida por todas las organizaciones con las que colaboró, su pasión por la música y su empatía por los jóvenes», señaló el comunicado.
La duquesa fue vista por última vez en público en octubre pasado junto a su esposo. En los últimos años había reducido notablemente su actividad institucional, al punto de no estar presente ni en los funerales de Isabel II ni en la coronación del rey Carlos III.
Tras su matrimonio con el príncipe Eduardo en 1961, se convirtió en un rostro habitual en actos oficiales de gran relevancia. No obstante, con el paso del tiempo prefirió llevar un perfil bajo y se dedicó a la enseñanza, convirtiéndose en profesora de música.
Nacida como Katharine Lucy Mary Worsley el 22 de febrero de 1933 en Yorkshire, fue la menor de cuatro hermanos. Desde pequeña mostró devoción por la música, destacando en piano, órgano y violín. Aunque no logró ingresar a la Real Academia de Música, trabajó en guarderías en York y Londres.
Conoció al duque de Kent en 1956, cuando este estaba destinado en la guarnición de Catterick. Cinco años más tarde anunciaron su compromiso y en 1961 contrajeron matrimonio en la Catedral de York, rompiendo con la tradición de celebrar bodas reales en Westminster. La novia lució una tiara de estilo fringe, y entre los asistentes figuraron numerosos miembros de la realeza europea.
El matrimonio tuvo tres hijos: George, conde de St Andrews; Lady Helen Taylor; y Lord Nicholas Windsor.
La vida de la duquesa también estuvo marcada por la tragedia. En 1975 sufrió un aborto tras contraer rubéola y en 1977 dio a luz a un hijo muerto. Años después confesó que estas pérdidas le provocaron una profunda depresión: «Tuvo el efecto más devastador en mí. Me ha hecho comprender profundamente a otras personas que sufren muerte fetal», declaró en 1997.
Pese a ello, se mantuvo comprometida con causas sociales, especialmente vinculadas a la música y la juventud, lo que la convirtió en una figura querida por muchas organizaciones benéficas.
Con su carácter discreto y su pasión por el servicio, la duquesa de Kent deja un legado de dedicación silenciosa a la monarquía y a la sociedad británica. Los detalles de sus funerales serán comunicados en los próximos días por el Palacio de Buckingham.
