REDACCIÓN INTERNACIONAL.– Uno de los casos que ha quedado marcado en la historia del condado de Sedgwick, Wichita, es el caso de Daniel Pérez o Lou Castro como se hacía llamar, el hombre que se declaraba como una divinidad para violar a jóvenes de su secta y asesinar para cobrar seguros de vida.
Para 2010 la oficina del alguacil llevaba siete años investigándolo sin conseguir una sola prueba que confirmara sus sospechas. El grupo, al que empezó a considerar una secta, porque les aseguraba a sus seguidores, y ellos le creían, que era un ángel que llevaba mil años en la Tierra gracias a un secreto que le deparaba una longevidad mayor que la de Matusalén.
Para que las autoridades pudieran descubrirlo y ponerlo tras las rejas hizo falta la investigación de una muerte aparentemente accidental, la declaración tardía de una adolescente sobre lo que había visto cuando tenía solo once años, la ayuda de un agente del FBI, la lectura de un aviso fúnebre y la conexión entre crímenes cometidos en por lo menos cuatro estados.
A partir de ahí las pruebas contra Pérez se fueron acumulando de manera abrumadora. Fue sometido a juicio en 2015 y declarado culpable de 28 cargos criminales: un asesinato en primer grado, ocho violaciones, siete cargos de sodomía agravada, tres de agresión agravada, uno de explotación sexual de una niña y ocho fraudes utilizando documentación falsa.