SANTO DOMINGO.-La importancia del ejercicio físico va más allá de la apariencia física y la condición cardiovascular. Está demostrado desde hace mucho tiempo que contribuye al equilibrio mental y emocional de las personas.
Realizar una actividad física o practicar algún deporte, puede ser una herramienta poderosa en la lucha contra padecimientos como la depresión, un trastorno mental más común de lo que se piensa. Causa un sentimiento de tristeza constante y una pérdida de interés en realizar diferentes actividades durante largos períodos de tiempo.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la depresión afecta al 3,8% de la población mundial, lo que incluye al 5% de los adultos y al 5,7% de los mayores de 60 años. A escala mundial, aproximadamente 280 millones de personas la padecen.
Para Jorge Rodríguez Prado, experto en desarrollo de programas de acondicionamiento físico y director general de Club Body Shop, el efecto que generan algunos tipos de ejercicios con relación a ciertas condiciones, se puede inclusive comparar con los resultados de muchos fármacos.
La actividad física permite que los músculos estimulen la producción de algunos neurotransmisores/hormonas que tienen la capacidad de modificar la conducta. Dentro de éstas se destacan cuatro: dopaminas, endorfinas, serotonina y oxitocina.
Explica que para aquellos que sufren depresión aguda, el ejercicio debe estar asociado con un alto impacto emocional en la práctica. “Eso significa que mientras lo ejecutan, asocien ese momento a una experiencia de placer, que les permita reencontrarse con su salud y bienestar”.
Rodríguez Prado enfatiza ciertos puntos a tomar en cuenta al momento de iniciar un programa de ejercicio físico en aquellas personas con síntomas depresivos, con el objetivo de mejorar su salud mental.
Ambiente natural. Se sugiere que, en algunos casos y cuando sea posible, el ejercicio se desarrolle al aire libre, específicamente en entornos naturales, ya que esto contribuye a que el individuo tenga mayores probabilidades de liberar una cascada de factores bioquímicos que pueden provocar cierta tendencia a sentirse mejor.
Una pequeña caminata, una carrera ligera, andar en bicicleta, nadar o ejercicios de meditación como el yoga o el mindfulness al aire libre, suelen ser beneficiosos.
Horario matutino. Lo recomendable es que la actividad sea realizada en horas de la mañana, bajo los rayos de sol. Durante las primeras horas del día el cuerpo libera mayor cantidad de vitamina D. Esta se vincula con la proliferación y el aumento de varios aminoácidos. En particular, hay uno muy reconocido llamado triptófano, un componente fundamental de la serotonina, que es un neurotransmisor muy relacionado con el control de las emociones y el estado de ánimo relajado.
Prácticas colectivas. Se sugieren sesiones grupales, donde se trabajen metas en conjunto. Para alguien que está pasando por un proceso depresivo, comenzar a realizar una rutina de ejercicios puede ser una decisión difícil, ya que por lo general, no se tiene la fortaleza espiritual ni la voluntad para poder tomarla. Lo mejor es siempre juntarse con alguien más. Se sugiere conectar con un ecosistema de contactos sociales que ya estén realizando ejercicio y tratar de integrarse poco a poco.
Sostenible en el tiempo. Seleccionar una actividad que no devengue altos niveles de estrés, como las competitivas o de alto rigor, porque puede generar más estrés y, a la larga, abandono. Experimentar con un ejercicio sostenible en el tiempo y que no sea aniquilador en la primera sesión. Lo ideal es tener un régimen de al menos dos o tres instancias a la semana, para luego ir incrementando la periodicidad. Debe hacerse gradualmente, de menos a más. Cuando ya se tienen dos o tres meses, se sube la frecuencia entre 5 a 6 días por semana.
Por estas y muchas más razones, cada día la sociedad pondera con mayor atención, comenzar la práctica de la actividad física como un elemento relevante, permitiéndole adaptarse y ser feliz en una comunidad cada vez más demandante e incierta.