SAO PAULO. — Cuando la turba asaltó los principales edificios del gobierno en enero para objetar el resultado de la elección presidencial brasileña, muchos soldados se limitaron a mirar mientras los manifestantes rompían ventanas, defecaban en las oficinas y destrozaban obras de arte.
Las imágenes de la jornada en Brasilia siguen acosando al gobierno izquierdista del presidente Luiz Inácio Lula da Silva. Desde entonces se ha esforzado por garantizar que los jefes de las fuerzas armadas defiendan la democracia más grande de Latinoamérica y permanezcan al margen de la política.
La amenaza no es puramente hipotética. Brasil ha pasado por cuatro golpes de Estado, el más reciente de los cuales, en 1964, dio lugar a dos décadas de dictadura brutal.
La tarea de Lula está llena de tensión. Los restos del expresidente Jair Bolsonaro abundan en las filas militares y el papel de las fuerzas armadas en el nuevo gobierno disminuyendo día a día.