Hasta hace poco, una madre de São Bernardo do Campo, una ciudad industrial en el Estado de São Paulo, había visto a uno de sus cuatro hijos, de 17 años, solo dos veces en las últimas semanas. Una fue el 31 de mayo, cuando el joven desapareció. La otra fue el pasado viernes por la noche, cuando llegó a los móviles de la casa un vídeo recién grabado pero que se estaba convirtiendo en viral: el joven desaparecido sale sentado mientras un hombre, visiblemente excitado, le dispone a rasparle la frente con una aguja de hacer tatuajes. “Te va a doler, te va a doler”, le avisa.
“¿Qué pone ahí? ¿Qué pone? Dilo”, le espeta mientras termina la obra. “Ladrón”, responde el joven en un murmuro. “No, no es solo eso. ¿Qué más pone?”, le insta el hombre. “Ladrón”, repite el joven, como si no entendiese. No parece en plena posesión de sus facultades. En realidad, lo que le han tatuado de forma permanente en la cara es una frase: “Eu sou ladrão e vacilão”. “Soy un ladrón y un idiota”.
La policía detuvo a los autores del vídeo esa misma noche de viernes. Uno era Maycon Wesley Carvalho dos Reis, de 27 años, el tatuador. Otro, su vecino, Ronildo Moreria de Araújo, un abañil de 29. Ellos mismos mandaron la grabación a sus contactos por WhatsApp, donde comenzó a viralizarse. A la policía le contaron que el joven había intentado robar una bicicleta aquella misma mañana y que ellos le estaban enseñando una lección. La juez estimó, como han hecho docenas de expertos desde entonces, que aquel acto constituía tortura y decretó prisión preventiva para los dos. Irónicamente, el albañil había sido detenido en 2008 por robarle el bolso a una mujer. Fue condenado a cinco años y cuatro meses de prisión.
El vídeo viral ha conmocionado a la opinión pública brasileña, por lo violento y truculento de su contenido. La familia ha contado en varios medios que el joven, que abandonó los estudios en el instituto por su déficit de atención, tiene problemas con el alcohol y las drogas. Vive con su madre y con su abuelo, ambos desempleados, que intentan cuidarle a él y a sus tres hermanos.
La triste fama que le reportó el vídeo sirvió para que la familia, conmocionada, pudiera encontrarlo al día siguiente. “No volvió a casa [después del ataque]. Se quedó andando por las calles, con vergüenza y con miedo”, ha contado su tío, Vando Rocha, a Buzzfeed Brasil. A Globo News le explicó: “En el barrio [Itapecerica] es muy querido. Ahora está en casa del abuelo, descansando. Vamos a cuidar de su salud”. Y remata el relato con Buzzfeed con tristeza: “No se mira en el espejo. Se da vergüenza”.
El joven negó ante la policía haber robado nada. También contó que le habían cortado el pelo para despejarle la frente. Una campaña online ha recaudado ya casi los 20.000 reales (6.000 dólares) que cuesta borrarle el tatuaje de la cara.